En vexilología, el amarillo suele ser una alusión
al oro, de hecho, podríamos considerar la vexilología como una rama de la heráldica,
que sale del escudo y se concentra en la banda, el estandarte; y lo que
entendemos como amarillo, en heráldica es oro. Incluso, centrándonos en las
banderas, en algunas, como la de Alemania, el color de la franja inferior es en
realidad dorado y no amarillo.
Resolviendo esa duda surgió otra, más profunda,
menos técnica. Y es aquello que esconde la bandera del Sacro Imperio Romano
Germano, esa que sobre un paño amarillo resalta un águila negra, símbolo
imperial desde que la civilización es tal. Y como se dirían los colores en
lenguaje heráldico, la bandera nos enseña sobre campo de oro, un águila de
sable.
Veo el oro de los mitos escondido en las
banderas. Como Eldorado escondido en la selva amazónica, con un centro que te
lleva a las estrellas con los dioses, la bandera de Brasil nos lo dice, oro que
regó la Gran Colombia ,
Ecuador y Venezuela; oro que no encontramos en Perú ni en Chile, porque se los
llevaron los conquistadores para su bandera en España, manchado con sangre. Pero
Chile lo recuerda, porque el oro de los dioses y los incas fue llevado al sur,
muy al sur, escondido en las montañas, bajo la nieve y custodiado por el cielo,
porque nuestra bandera de la Patria Vieja
le recuerda. Ese antiguo oro de los dioses también abundaba en África, entre la
naturaleza y la sangre de sus custodios que reconocen aún ese verde, amarillo y
rojo, ese oro de los dioses y que Salomón también tuvo en parte.
Todo ese oro de los pueblos era el que figuraba
en la bandera del Sacro Imperio Romano Germano, es el oro del Rhin, el tesoro
que Alberico juntó con su anillo y los nibelungos… y un águila negra era su
dueña.
¿Quién era esa águila en la bandera? ¿a qué rey
correspondía?
Pensé en un principio que era el águila romana
que sobrevivía entre los germanos, porque estos germanos se creyeron herederos
del poderío de Rómulo, pero no. Comprendí que era un águila local.
Eran esas alas extendidas las que me recordaban
a los dioses de germanos, a Wotán, que en un canto de Richard Wagner se hacía
con el oro del Rhin, el oro de Alberico y el anillo de los nibelungos, porque
las alas de águila estaban en su casco ceremonial, demostrando su actitud
divina y mandante, como una obra de Konstantin Vasiliev, pero Wotán había
perdido el oro y el dragón Fafnir fue su portador… Wotán ya no era el águila de
la bandera. Empero Fafnir tampoco era el águila, Fafnir era el dragón, el dios
antiguo custodio de los tesoros, hasta ser asesinado.
El águila fue siempre símbolo de mata-dragones,
como la lucha de Zeus contra Tifón, o Marduk contra Tiamat, o Dios contra
Lucifer… y la bandera de México aún nos lo dice. Y quien mejor que el mismo
elegido de Wotán para ser el águila de la bandera germana, el asesino de Fafnir
y señor de los nibelungos: Sigfrido.
Sigfrido murió y parte del tesoro se fue con él…
retornaron al Rhin. A Sigfrido le sucedieron los burgundios y a éstos los
merovingios que se hicieron reyes de Francia. Pasaron cuatro siglos desde la
muerte de Sigfrido y los merovingios ya no reinaban en Francia, sino los
carolingios con Carlomagno como emperador; y son éstos quienes fundan el Sacro
Imperio Romano Germano y en recuerdo del Señor de los Volsungos, Sigfrido,
confeccionaron la bandera sobre un fondo de oro con el águila negra, porque
Sigfrido era el señor del oro del Rhin.
De ese oro queda poco —lo suficiente para que
Alemania sea una potencia económica—, solo un tercio, tapado con la sangre de
los héroes, puede que de la sangre poderosa de Fafnir, y bajo la oscuridad del
Ragnarok, manteniendo viva una tradición de hace mucho tiempo, de tiempos de
dioses y su oro, sangre y oscuridad. Y el escudo alemán aún lo tiene
presente.
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