lunes, 29 de junio de 2015

El oro de Germania, oro de los dioses



En vexilología, el amarillo suele ser una alusión al oro, de hecho, podríamos considerar la vexilología como una rama de la heráldica, que sale del escudo y se concentra en la banda, el estandarte; y lo que entendemos como amarillo, en heráldica es oro. Incluso, centrándonos en las banderas, en algunas, como la de Alemania, el color de la franja inferior es en realidad dorado y no amarillo.
Resolviendo esa duda surgió otra, más profunda, menos técnica. Y es aquello que esconde la bandera del Sacro Imperio Romano Germano, esa que sobre un paño amarillo resalta un águila negra, símbolo imperial desde que la civilización es tal. Y como se dirían los colores en lenguaje heráldico, la bandera nos enseña sobre campo de oro, un águila de sable.
Veo el oro de los mitos escondido en las banderas. Como Eldorado escondido en la selva amazónica, con un centro que te lleva a las estrellas con los dioses, la bandera de Brasil nos lo dice, oro que regó la Gran Colombia, Ecuador y Venezuela; oro que no encontramos en Perú ni en Chile, porque se los llevaron los conquistadores para su bandera en España, manchado con sangre. Pero Chile lo recuerda, porque el oro de los dioses y los incas fue llevado al sur, muy al sur, escondido en las montañas, bajo la nieve y custodiado por el cielo, porque nuestra bandera de la Patria Vieja le recuerda. Ese antiguo oro de los dioses también abundaba en África, entre la naturaleza y la sangre de sus custodios que reconocen aún ese verde, amarillo y rojo, ese oro de los dioses y que Salomón también tuvo en parte.
Todo ese oro de los pueblos era el que figuraba en la bandera del Sacro Imperio Romano Germano, es el oro del Rhin, el tesoro que Alberico juntó con su anillo y los nibelungos… y un águila negra era su dueña.
¿Quién era esa águila en la bandera? ¿a qué rey correspondía?
Pensé en un principio que era el águila romana que sobrevivía entre los germanos, porque estos germanos se creyeron herederos del poderío de Rómulo, pero no. Comprendí que era un águila local.
Eran esas alas extendidas las que me recordaban a los dioses de germanos, a Wotán, que en un canto de Richard Wagner se hacía con el oro del Rhin, el oro de Alberico y el anillo de los nibelungos, porque las alas de águila estaban en su casco ceremonial, demostrando su actitud divina y mandante, como una obra de Konstantin Vasiliev, pero Wotán había perdido el oro y el dragón Fafnir fue su portador… Wotán ya no era el águila de la bandera. Empero Fafnir tampoco era el águila, Fafnir era el dragón, el dios antiguo custodio de los tesoros, hasta ser asesinado.
El águila fue siempre símbolo de mata-dragones, como la lucha de Zeus contra Tifón, o Marduk contra Tiamat, o Dios contra Lucifer… y la bandera de México aún nos lo dice. Y quien mejor que el mismo elegido de Wotán para ser el águila de la bandera germana, el asesino de Fafnir y señor de los nibelungos: Sigfrido.
Sigfrido murió y parte del tesoro se fue con él… retornaron al Rhin. A Sigfrido le sucedieron los burgundios y a éstos los merovingios que se hicieron reyes de Francia. Pasaron cuatro siglos desde la muerte de Sigfrido y los merovingios ya no reinaban en Francia, sino los carolingios con Carlomagno como emperador; y son éstos quienes fundan el Sacro Imperio Romano Germano y en recuerdo del Señor de los Volsungos, Sigfrido, confeccionaron la bandera sobre un fondo de oro con el águila negra, porque Sigfrido era el señor del oro del Rhin.
De ese oro queda poco —lo suficiente para que Alemania sea una potencia económica—, solo un tercio, tapado con la sangre de los héroes, puede que de la sangre poderosa de Fafnir, y bajo la oscuridad del Ragnarok, manteniendo viva una tradición de hace mucho tiempo, de tiempos de dioses y su oro, sangre y oscuridad. Y el escudo alemán aún lo tiene presente.

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